martes, abril 05, 2005

(*)

Y ando por ahí
diciendo mentiras para quedarme tranquila
queriendo soñar con nada.

Cuando me aburro de estar solita conmigo
voy a golpear la puerta
de la gran casa del arte.
En realidad ni siquiera llego a la puerta,
golpeo las manos desde el otro lado de la ligustrina,
golpeo las manos y ladran los perros.
Pero nadie sale.
No me atienden.
¿Es posible que en semejante edificio no haya
servicio doméstico?
Algún amigo de los dueños de casa
debió haberse quedado a regar las plantas
o a pagar las cuentas, pero no.

Me pican las palmas de las manos de tanto aplaudir.
Me voy.
Pero mientras me alejo veo otros
que trasponen esa misma puerta sin golpear,
los perros ladran pero no los muerden,
¿debería volver?

Igual me voy.
Veo las plazas, los árboles.
Una señora que alimenta a su canario.
Ella puede darle a su animal una vida larga y saludable,
no necesita golpear en ningún lado
pero yo digo
¿no se aburre?